¿Por qué enseñar programación desde pequeños?
No se trata de formar programadores. Se trata de formar personas que sepan pensar de forma estructurada, resolver problemas, trabajar en equipo y crear. La programación en etapas tempranas nos permite introducir al alumnado en el pensamiento computacional, pero también en la resiliencia ante el error, la búsqueda de soluciones creativas y el uso de la tecnología con sentido.
Porque cuando algo “no funciona”, lo más importante no es encontrar la línea de código incorrecta, sino tener la actitud para probar, ajustar y volver a intentarlo.
Mi enfoque: del juego a la creación significativa
En mis clases de robótica y programación, el primer paso siempre es conectar con el grupo desde el juego. Utilizo plataformas como Scratch, Micro:bit o Makey Makey, pero también materiales manipulativos y actividades unplugged que ayudan a interiorizar conceptos sin necesidad de ordenador.
Los proyectos no son solo técnicos: están contextualizados en retos que importan al alumnado. Por ejemplo:
- Crear una historia interactiva con Scratch donde los personajes resuelvan un conflicto emocional.
- Programar un robot que recorra el plano de la escuela para entregar un mensaje de agradecimiento a otro grupo.
- Diseñar un videojuego educativo que explique normas de convivencia o hábitos saludables.
En cada uno de estos retos, el código es un medio, no un fin.
Lo que realmente aprenden: competencias para el presente
A través de la programación, el alumnado aprende a:
- Pensar paso a paso, con lógica y precisión.
- Detectar errores y depurarlos, sin frustrarse.
- Trabajar por parejas o en equipo, repartiendo roles y comunicándose.
- Crear productos funcionales y significativos, conectados con su mundo.
Además, se sienten protagonistas y creadores en lugar de sólo consumidores de tecnología. Algo que cambia radicalmente su mirada hacia el entorno digital.
Programar también es cuidar
Como docente, también me esfuerzo en que la programación no se convierta en una carrera por resultados, ni en una actividad elitista. Adapto los ritmos, ofrezco diferentes niveles de dificultad, y doy mucho peso al proceso, no sólo al producto final.
Porque programar no es solo técnica. Es también empatía, perseverancia, creatividad y mirada crítica. Y enseñar eso… sí que deja huella.
Programar en Primaria no es enseñar a escribir código.
Es enseñar a pensar, a colaborar, a crear con sentido.
Y eso, sí que les servirá para la vida.
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