La Inteligencia Artificial ya forma parte de nuestras vidas: desde el móvil que usamos a diario hasta las plataformas que recomiendan series, corrigen textos o nos ayudan a planificar. Y, por supuesto, también ha llegado a la escuela. Pero junto a la emoción de descubrir nuevas posibilidades, surge una pregunta clave: ¿cómo aseguramos que la IA se use de forma ética y responsable en educación?
Más que una herramienta, una decisión
La IA puede ayudarnos a ahorrar tiempo en tareas administrativas, diseñar materiales personalizados o incluso generar dinámicas de aprendizaje creativas. Pero cada vez que decidimos usarla, estamos tomando decisiones sobre qué datos se recogen, cómo se procesan y qué mensajes transmitimos al alumnado.
No basta con preguntarse si “funciona”: hay que preguntarse también si es justo, seguro y respetuoso.
Riesgos que no podemos ignorar
- Privacidad y datos: ¿qué pasa con la información que introducimos en ciertas herramientas? ¿sabemos dónde va a parar?
- Sesgos invisibles: los algoritmos aprenden de datos… y los datos reflejan desigualdades y prejuicios. ¿Queremos que se reproduzcan en nuestras aulas?
- Dependencia tecnológica: si todo pasa por la IA, ¿qué lugar queda para la creatividad humana y el pensamiento crítico?
- Acceso desigual: no todos los centros ni familias tienen las mismas oportunidades para usar estas herramientas. ¿Generamos más brecha digital?
Educar en ética, no solo en técnica
Como docente, estoy convencida de que no podemos enseñar a usar IA sin enseñar a cuestionarla. Igual que trabajamos la competencia digital, debemos trabajar la competencia ética:
- Explicar a los estudiantes cómo funcionan los algoritmos.
- Reflexionar juntos sobre cuándo es útil y cuándo no.
- Enseñar a contrastar y no dar por cierto todo lo que una máquina devuelve.
- Hablar de derechos digitales, privacidad y uso responsable.
Ejemplos en el aula
En mis clases he planteado debates como:
- “¿Debería un profesor/a usar IA para poner notas?”
- “¿Es justo usar IA para hacer un trabajo escolar?”
- “¿Qué haríamos si un algoritmo discrimina sin darnos cuenta?”
Lo interesante no es tanto dar una respuesta “correcta”, sino formar ciudadanos críticos capaces de hacerse buenas preguntas.
Conclusión: elegir con conciencia
La IA no es buena ni mala en sí misma: depende de cómo la usemos. En educación, nuestro reto no es solo aprovechar su potencial, sino enseñar a nuestro alumnado a relacionarse con ella de manera ética, crítica y responsable.
Porque si educar es preparar para el futuro, entonces la ética de la IA no es un añadido: es una de las competencias más importantes que podemos transmitir.
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