Salir del aula (sin dejar de estar)
Participar en espacios como el Espiral Learning Fest, formar parte del equipo del Premio Internacional Espiral, coordinar libros como Más allá del juego. Gamificando de la A-Z, colaborar en entrevistas, escribir artículos… todo eso no me aleja del aula: me conecta aún más con lo que hago y me devuelve ideas nuevas, energía y sentido.
No se trata de dejar de ser maestra para convertirse en “influencer educativa”, sino de entender que compartir lo que funciona, lo que emociona y lo que transforma puede inspirar a otros. Y cuando otros comparten, me inspiran a mí.
Red que sostiene, red que impulsa
Gracias a la participación en proyectos colaborativos, he conocido docentes de todas las etapas y rincones, con los que jamás habría coincidido en mi claustro. Profes que creen en una escuela viva, inclusiva, creativa y comprometida, que no temen probar, fallar, aprender y volver a empezar. Escucharles, leerles, trabajar juntos, me ha enriquecido más que cualquier máster.
Compartir también es un acto de generosidad
Cuando subes una propuesta a X, cuando cuentas tu experiencia en una mesa redonda, cuando publicas un recurso con licencia abierta… estás diciendo: “esto me ha servido, pruébalo tú también”. Estás apostando por una educación en red, donde no se compite, sino que se colabora. Una educación que no se encierra en las aulas, sino que respira en comunidad.
Para profes que aún dudan
A quien aún piensa “yo no tengo nada especial que contar”, le diría: lo tienes. No hace falta hacer cosas espectaculares, solo cosas auténticas, con intención y con ganas de aprender. A veces, un hilo sencillo, una actividad bien explicada o una reflexión honesta puede cambiarle el día (o el año) a otra persona.
Y si lo compartes, eso ya es innovación educativa: no porque sea nuevo, sino porque es abierto, vivo, generoso y en construcción.
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